Jessica Olivares, Gerente de Acciona.org en Perú
“Luz en Casa”: 11 años llevando energía eléctrica a comunidades del Amazonas y Cajamarca
El propósito que mueve a quienes trabajan en este programa “son esos peruanos que están olvidados en la Amazonía o en La Sierra, con unas condiciones de vida muy difíciles”, explica Jessica Olivares, gerente de acciona.org en Perú. Para eso, afirma, realizan un exhaustivo trabajo con las comunidades para poder identificarlas, conocerlas y comunicarse con ellas.
“The energy & water foundation” es el lema que enmarca las actividades de Acciona.org, la fundación corporativa de Acciona, cuya misión es cooperar con el desarrollo mediante el fomento del acceso a la energía, al agua, y a las infraestructuras de las personas y comunidades sin expectativas de cobertura de dichas necesidades. De esta manera, busca impactar en las tres dimensiones del desarrollo: económica, social y ambiental.
Con Jessica Olivares a la cabeza como gerente de Acciona.org en Perú, una de estas iniciativas está concentrada hoy en aquel país. El programa “Luz en Casa”, que comenzó en 2009, trabaja con comunidades aisladas del Amazonas y de Cajamarca en la instalación de paneles solares en comunidades que no cuentan con electricidad. ¿Por qué Perú? Porque era uno de los países con el índice de electrificación más bajo de América Latina, explica Olivares, añadiendo que primero intervinieron en la región de Cajamarca, al norte, para luego expandirse en 2016 a las comunidades del Amazonas.
Hoy llevan el servicio eléctrico a más de 400 hogares, con la idea de superar los 1.400 en el primer trimestre de 2020. Sin embargo, dice Olivares, tienen un problema pues si bien cuentan con datos sobre el trabajo que han realizado, no hay información precisa sobre la población peruana que se mantiene viviendo sin energía eléctrica. “En casi 11 años que llevamos trabajando en este tema, aún no logramos obtener información precisa”, se lamenta.
Aunque el problema no es sólo de ellos pues incluso el gobierno, de alguna manera, lo reconoce así cuando el mismo Presidente de la República habla de 140 mil familias sin electrificar, y luego la viceministra de Energía habla de 80 mil, plantea Olivares.
“Según nuestros cálculos, estimamos alrededor de 300 mil familias, pero no hay una cifra oficial. Sabemos que hay una brecha muy grande, pero nos encontramos con la dificultad de que son comunidades muy aisladas, muy remotas, que no están ni siquiera censadas, y a las que no podemos llegar porque no sabemos exactamente dónde están ni cuántos son”, acota.
“Ser un agente de cambio implica conocer realmente, involucrarse, creer en la problemática y en la necesidad de solución. Es decir, entender el cambio como solución a una situación negativa o una situación con problemas”
– ¿En qué consiste el trabajo que realizan, específicamente?
– Mantenemos todo el ciclo del proyecto. Comenzamos con una etapa de pre identificación, donde solicitamos información a los ministerios y municipios. Una vez que logramos definir las probables comunidades de intervención, vamos a visitarlas pero no llegamos hablando de llevarles luz ya que es un proceso que va poco a poco. Primero debemos conocerlos y que ellos a su vez nos conozcan para ganar su confianza y así crear un ambiente de respeto mutuo, donde exista el compromiso de ambas partes para trabajar juntos.
– ¿Qué viene a continuación?
– Cuando vemos que ya hicimos “click”, empadronamos a la comunidad, visitamos las viviendas para georreferenciarlas y ubicar exactamente dónde están, y comenzamos con una etapa de sensibilización. Ahí es donde recién los reunimos y organizamos las primeras charlas en comunidad para explicarles de manera totalmente transparente en qué consiste el proyecto.
Al finalizar la charla, nos dicen si les interesa o no. Luego forman un comité, que serán los interlocutores de ambas partes, y desde ahí comenzamos a trabajar en el cronograma para las instalaciones y todo el proceso de compra de los equipos, que son sistemas fotovoltaicos domiciliarios de tercera generación, es decir que cada casa tiene su propio sistema y se les capacita para que sean ellos mismos quienes los instalen.
– ¿En este proceso han logrado introducir innovaciones o metodologías novedosas?
– Hemos introducido la metodología del prepago, o sea, recargan sus equipos para poder tener energía, y estas recargas se hacen en cada cabecera de Cuenca.
Para eso hemos instalado varios centros «Luz en casa», que funcionan como una microfranquicia y que están a cargo de emprendedores, que también son nuestros técnicos. Todos son personas de la zona y usuarios nuestros. Ahí se ven temas técnicos, se recarga el saldo de los sistemas y hay venta de artefactos compatibles.
Sin embargo, los sistemas no son de la comunidad por lo que debemos explicarles que pagan por un servicio, no por la compra de un equipo, y que ese servicio implica que si algo falla, nosotros tenemos que ir a corregir.
Entonces, estas etapas iniciales tienen que ver con un trabajo de desarrollo de la «cultura de pago» y de sus derechos como consumidores. La idea es que sientan que esto no es lucro por ningún lado, sino que es desarrollo y eso implica que tienen que estar involucrados. Felizmente se nos ha dado todo bien y la gente entiende.
El programa “Luz en Casa”, que comenzó en 2009, trabaja instalando paneles solares en comunidades que no cuentan con electricidad. ¿Por qué Perú? Porque era uno de los países con el índice de electrificación más bajo de América Latina. Hoy llevan el servicio eléctrico a más de 400 hogares, con la idea de superar los 1.400 en el primer trimestre de 2020.
– ¿Cuánto tiempo les toma este trabajo inicial de sensibilización?
– Cada nuevo proyecto nos toma generalmente entre 8 meses a 1 año, ya que primero debemos identificarlas, conocerlas, y si bien todas las comunidades en las que actuamos en la Amazonía hablan castellano, igual hay que aprender a comunicarse. Hay que considerar que son comunidades que nunca han tenido ningún servicio, por lo que no tienen ni la menor idea de lo que significa manejar una cantidad de dinero cada cierto tiempo para pagar por él.
Es bien difícil, hay que tener mucho cuidado al llegar y en cómo hablamos. Es todo un proceso de comunicación finalmente, en que tenemos que respetar su forma de expresarse, sus costumbres y sus valores. Al final en eso se concentra la mayor parte del trabajo.
– ¿Qué cambios ha podido observar en las comunidades donde han trabajado?
– Primero, creo que nos cambia a quienes trabajamos en esto. Personalmente, cada vez que voy a una comunidad salgo totalmente renovada. Realmente significa conocer la problemática de tu país, y si ya la conociste y puedes hacer algo al respecto, tienes que hacerlo.
Luego vienen los cambios en las comunidades y llena muchísimo verlos. Los niños que en las noches tenían miedo porque las velas creaban sombras y formas en la oscuridad, tener una luz como en la ciudad les da una seguridad emocional que pocas veces se mide.
En esa misma línea, podemos ver cambios en la percepción de seguridad, tanto emocional como físicamente, pues desde que no hay mecheros y no hay velas en las viviendas, casi automáticamente desapareció el riesgo de incendio, que era un tema frecuente en La Sierra, donde las casas son de adobe con techo de paja.
– Los cambios, entonces, abarcan todas las dimensiones de la vida
– Así es. En el tema económico, por ejemplo, en la selva pagaban 22 soles mensuales en promedio para iluminación y comunicación, y ahora están pagando 27 soles trimestrales. O sea, prácticamente lo que pagaban en un mes ahora lo pagan cada tres meses.
En educación, si bien ahora utilizan menos horas de estudio, lo hacen para estudiar mejor: no es lo mismo tratar de leer un texto con una vela que hacerlo con un foco, toma menos tiempo y se hace mejor.
Y en salud, en los lugares donde antes se utilizaba el petróleo -ni siquiera kerosene, porque está prohibida su venta-, el hecho de dejar de respirar esos humos tóxicos dentro de la vivienda y de tener los ojos enrojecidos todo el tiempo ya es una mejora considerable.
Al final, todo se resume cuando se les consulta a los beneficiarios si recomendarían estos proyectos a otras personas. Estamos hablando de casi cuatro años en la Amazonía y once en Cajamarca, y el 100% responde que sí lo recomendaría.
– ¿Cuál es el punto de partida para ser agente de cambio?
– Si quiero ser un agente y motivar el cambio, lo primero que tengo que saber es cuál es el problema que conlleva a que debe haber un cambio. Y ese problema, ¿es realmente profundo, es realmente importante, es realmente percibido como problema o es mi percepción de que eso es un problema?
En este tipo de proyectos podemos detectar un montón de problemas en determinada población, pero si las mismas personas no lo perciben como tal, no podemos llegar y hacer un proyecto, porque ¿qué solución doy si no se considera que haya un problema?
Hay comunidades que no quieren cambios y nosotros no podemos imponer. Debemos promover ese cambio una vez que entendemos que la comunidad lo percibe como un problema y ser parte de la solución, pero sobre todo de una solución que sea sostenible.
Ser un agente de cambio implica conocer realmente, involucrarse, creer en la problemática y en la necesidad de solución. Es decir, entender el cambio como solución a una situación negativa o una situación con problemas.
– ¿Qué desafíos quedan por resolver aún en el camino de “Luz en Casa”?
– Perú habla muy abiertamente de su compromiso con los ODS y del acceso universal, ni siquiera a 2030 sino que al año 2021. Sin embargo, no sabemos cuál es la brecha.
Ahí es donde está nuestro interés, en esos peruanos que están olvidados en la Amazonía o en la Sierra, con unas condiciones de vida muy difíciles. Y no sólo son condiciones económicas, sino que propias de la geografía del país, el clima severo, las dificultades de comunicación y además, están fuera de los planes del gobierno.
Por eso, queremos apoyar a un plan nacional, a pesar de ser una institución privada que no trabaja con fondos públicos. Pero, por un tema de responsabilidad, queremos alinearnos con los planes que tenga el gobierno central y en ese sentido ser un complemento.
Tenemos intención de electrificar, no podría decir si diez mil viviendas o 50 mil en los próximos dos o tres años, porque dependerá justamente de este gran reto que tenemos, que es conocer la brecha. Para eso, ahora mismo estamos a punto de instalar 1.200 sistemas adicionales en la Amazonía, pero en paralelo a esto seguimos nuestro proceso de identificación.