Homeward Bound:
Un viaje al continente blanco para delinear el liderazgo femenino
Un programa de un año de duración, dedicado a mujeres de carreras STEM, que incluye formación a distancia en temas de liderazgo, estrategia, comunicación, visibilidad y desarrollo personal. Eso es Homeward Bound, mentoría que concluye con un viaje a la Antártica, en un barco donde también las acompañan varias líderes mundiales. Todo empezó con un sueño que tuvo Fabian Dattner, empresaria, conferencista y consultora australiana.
Una noche de octubre de 2015, mientras dormía, Fabian Dattner soñó que viajaba en un barco a la Antártica, junto a muchas mujeres, a quienes ayudaba a encontrar su lugar en el mundo. En ese barco onírico hablaron de liderazgo, de trabajo en equipo e, incluso, de hacer una película para interpelar la narrativa que, con los años, se ha ido construyendo en torno a lo que significa ser líder. Fue un sueño premonitorio, específico y muy detallado, cuenta la empresaria social australiana, que luego se convirtió en el proyecto definitorio de su vida.
La mañana siguiente, poco después de despertar, Dattner llamó a la ecologista marina Jessica Melbourne-Thomas, y le contó lo que había soñado. Le propuso trabajar juntas para hacerlo realidad y la científica se entusiasmó con la idea. Luego habló con las investigadoras Justine Shaw y Mary-Ann Lea, quienes llevaban años estudiando la Antártica. Una semana más tarde se juntaron en la isla de Tasmania, Australia, para darle forma al proyecto.
Así nació el programa Homeward Bound, cuyo propósito es llevar a mujeres del ámbito de la ciencia a vivir una experiencia inigualable en el continente blanco.
“Todas pensaban que era algo factible, cada una aportó con ideas que encajaron perfectamente. En esa conversación, coincidimos en que un plan de mentorías de liderazgo en ese lugar era una gran apuesta, sobre todo por las condiciones climáticas y geográficas tan adversas que lo caracterizan”, cuenta Dattner, quien también es conferencista y consultora en temas de liderazgo.
En ese momento se propusieron encontrar a 45 mujeres dispuestas a realizar el viaje y para eso establecieron un plazo de seis meses. La respuesta a la convocatoria fue una sorpresa: en apenas tres semanas ya tenían 180 postulantes de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), pero también del mundo de la salud y la medicina.
“Para las mujeres del mundo STEM, sabemos que hay barreras que no les permiten tener visibilidad. Son barreras culturales, que incluyen sexismo, desigualdad de género y salarial que, sin las habilidades, estrategias y conocimientos específicos, se vuelven límites insuperables”, dice Julia May, líder de Visibilidad de Homeward Bound.
Cambiar los modelos de liderazgo
La más reciente edición del programa contó con la participación de 100 mujeres; partió en noviembre de 2018, con talleres a distancia, y culminó al año siguiente, con todas a bordo en un barco rumbo a una de las últimas fronteras de la tierra, donde permanecieron casi tres semanas.
Varios días después del retorno, parte del equipo que encabeza Homeward Bound se reunió en Santiago, en las oficinas de Acciona, que hoy patrocina el programa. Ahí conversaron sobre los avances y desafíos a futuro.
“Cuando empezamos, nos dimos cuenta que teníamos muchas mujeres alrededor que, además de destacar cada una en un campo distinto de la ciencia, tenían gran potencial de liderazgo. Pero su trabajo y sus ideas eran muy poco visibles”, cuenta Julia May, líder de Visibilidad y una de las facilitadoras online y a bordo de Homeward Bound.
“Sabemos que hay barreras particulares para las mujeres del mundo STEM, que no les permiten tener esa visibilidad. Son barreras culturales, que incluyen sexismo, desigualdad de género y salarial que, sin las habilidades, estrategias y conocimientos específicos, se vuelven límites insuperables”, añade.
Entregar los métodos y herramientas para enfrentar esa problemática es parte del propósito del programa. Y a juzgar por las fotos de recuerdo de cada cohorte, pareciera que se tratara de expediciones de investigación científica, pero ese no es el foco, aclara Dattner: “De cada viaje nace una hermandad, y la finalidad es compartir experiencias, aprender todas juntas y conversar sobre cómo cambiar los modelos de liderazgo, que desde siempre han respondido a estructuras militares y jerárquicas, donde alguien toma una decisión y otros la ejecutan”, dice mientras mira su celular y nota que le esperan más de 30 mensajes en el grupo de WhatsApp que crearon para el viaje del que acaban de volver.
A pesar de que la locación final siempre es la misma, todas las expediciones han sido distintas, dice Justice Shaw. “Cada viaje es un aporte para aumentar la influencia y el impacto de las mujeres en la toma de las decisiones que dan forma al planeta”, explica.
“La finalidad es compartir experiencias y conversar sobre cómo cambiar los modelos de liderazgo, que desde siempre han respondido a estructuras militares y jerárquicas, donde alguien toma una decisión y otros la ejecutan”, comenta la consultora australiana, Fabian Dattner.
Cada año, tratan de que la selección post convocatoria sea lo más variada posible, para sacar el mejor provecho a la formación en liderazgo, estrategia, comunicación y visibilidad, de la mano de mentoras especializadas como Christiana Figueres, artífice del Acuerdo de París; Jane Goodall, primatóloga y embajadora de la paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); o Musimbi Kanyoro, ex presidenta del Global Fund for Women.
Un destino, mil mujeres
Cada año, tratan de que la selección post convocatoria sea lo más variada posible, para sacar el mejor provecho a la formación en liderazgo, estrategia, comunicación y visibilidad, de la mano de mentoras especializadas como Christiana Figueres, artífice del Acuerdo de París; Jane Goodall, primatóloga y embajadora de la paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); o Musimbi Kanyoro, ex presidenta del Global Fund for Women.
Muchas de las alumnas que hasta ahora han participado, están involucradas en la toma de decisiones relevantes en el mundo, pues trabajan con gobiernos o en instituciones de renombre global, como el Banco Mundial o la ONU. “Esto hace que el programa tenga más potencial, porque entre las mujeres que formamos, algunas están en posiciones estratégicas para tomar decisiones que en el futuro puedan beneficiarnos a todos”, subraya Shaw.
De aquí a diez años, la meta es que mil mujeres de todo el mundo puedan viajar a la Antártica de la mano de este programa, dispuestas a compartir experiencias en un contexto de aislamiento físico, rodeado de naturaleza y fauna, donde miles de pingüinos salen a diario a pescar, en un ambiente con poco impacto humano pero que no escapa a las consecuencias del cambio climático.
Tal como Dattner lo soñó.
“Cada viaje es un aporte para aumentar la influencia y el impacto de las mujeres en la toma de las decisiones que dan forma al planeta”, sostiene la investigadora Justine Shaw.